jueves, 30 de mayo de 2013

Los símbolos del poder

César Medina
lobarnechea1@hotmail.com

Un lector avispado, Pedro Valdez, me escribe para referirse al breve ejercicio de Danilo Medina y a la necesidad de que el Presidente observe los símbolos del poder, parte de la “magia de gobernar” de que tanto habla Maquiavelo.

No puede confundirse, por supuesto, la llamada “humanización del poder” que caracterizan la sencillez y humildad de Danilo Medina, con aquellas cosas a veces imperceptibles que convierten a un Presidente en “el primero entre sus iguales”.

Por ejemplo, los últimos 50 años de historia dominicana han sido pródigos en presidentes y gobiernos con características disímiles. Desde el austero, callado y distante Balaguer hasta el desenfadado, parlanchín y cercano Hipólito Mejía.

Parecerían dos escuelas de gobernar, pero la diferencia es que entre uno y otro primó la formalidad y la observancia de los símbolos del poder, y la desfachatez, la improvisación y la carencia de rigor en la función del Estado.

Esos aspectos, necesariamente, no hacen ni más bueno ni más malo a un Presidente. Pero al final del día conforman la diferencia... Y la historia se ocupa del resto.

Veamos la breve y conceptuosa cartita de Pedro Valdez para luego identificar simbologías:

“En el artículo de ayer menciona usted el caso de las sirenas de las caravanas presidenciales, y cómo se hizo caso omiso del comentario de Balaguer de apagarlas. Luego de ese episodio, Balaguer gobernó 10 años... El poder se compone también de símbolos. A través del símbolo es que el Poder se proyecta hacia la colectividad, más que en el cara a cara. Creo que Danilo debería aprender un poco sobre la simbología del poder”. 

La “sirena” de Balaguer
En sus primeros 12 años de gobierno, Balaguer estableció un estilo que creaba un halo de misterio alrededor de la figura presidencial. Tal vez la sirena de su caravana era lo de menos, pero esa sirena era la sirena presidencial y todo el mundo se detenía con sólo escucharla en la distancia.

Por mucho tiempo fue un símbolo inequívoco de la majestad del poder y de que el resto debía apartarse a su paso. Que no sólo tenía que ver con la seguridad del Presidente “protegiéndolo de todo mal”.

No se trató de una herencia trujillista ésta, porque el dictador casi siempre se desplazaba solo y con mucha discreción, salvo aquellos casos en que le convenía la espectacularidad del momento.

Balaguer también impuso en aquellos 12 años la militarización “de la ruta”, como le llama la gente que maneja asuntos de seguridad a los desplazamientos presidenciales. 

Era usual que por el número de militares en una calle o carretera se supiera hasta con 48 horas antes por dónde pasaría el Presidente.

Es una costumbre que se mantiene, aunque ahora con mucho mayor discreción. 

La prensa, los gases...
En ninguna parte del mundo los presidentes están al alcance de los periodistas... Y que los periodistas se desplacen en la misma caravana presidencial, sólo aquí en la época de Hipólito Mejía.

A Balaguer, en los 12 años, se le ocurrió detenerse todos los jueves con los periodistas cuando salía de su despacho y se dirigía al salón donde se celebraba una reunión de la Comisión Nacional de Desarrollo.

Hasta un día... en que un colega amaneció mal de los intestinos y no pudo contenerse en medio de aquella tumultuosa “rueda de prensa”. ¡Que ni que lo hubiera mandado el enemigo...!

ó”Fó, Bello... ¿Qué es esto...? atinó a decir Balaguer mientras salía despavorido cubriéndose con un pañuelo boca y nariz...

¡Hasta ese día llegó el invento!


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